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VOZ UNIVERSITARIA

HUMANO, ¿DEMASIADO HUMANO?

HUMANO, ¿DEMASIADO HUMANO? Por: Grettel Reinoso Valdés

¿Quién pudiera imaginar que el hijo de un pastor evangélico legara a la humanidad frases tan excluidoras y emponzoñadas como:

“Los hombres buenos son todos débiles. Son buenos porque no son bastante fuertes para ser malos.” (1) ?

Tal vez no haya causado asombro al lector, conociendo la trayectoria de una iglesia que ha llevado en su seno la mancha de la crueldad y la mentira. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en este contexto, en el que el pensador Friedrich Wilhelm Nietzsche (sí, porque es de él de quien vamos a hablar, ¡a que se lo imaginaban!) nacía, crecía y escribía; andábamos por las postrimerías del siglo XIX, cuando el espíritu de la modernidad estaba en su apogeo y el liberalismo burgués había acabado, de cierta forma, con la dictadura hostil de la iglesia. Ya no estamos frente al aparato represivo criminal de la institución eclesiástica del medioevo sino en un siglo en el que abundan ideas democráticas, corrientes socialistas, etc. ¿De dónde salen los macabros pensamientos de Friedrich? ¿Encantos de la negación?

Realmente no podemos decir que sea culpa del padre (una salida harto frecuente en estos tiempos) o su muerte temprana o el símbolo que representaba (De este puede haber heredado la pasión por la música, el sentimiento religioso del deber, la agilidad y diligencia en el trabajo, la fuerza de voluntad, pero también un sistema nervioso sumamente excitable, expuesto a estados de depresión y de exaltación). Lo cierto es que Nietzsche engendró una filosofía que desdeña las masas, la condición social del hombre y que hizo causa, por tanto, en contra del socialismo y la religión cristiana. Pero no podemos entenderlo mediante una atribución de dotes demoníacas o fascistas (A Nietzsche lo han hecho responsable de las barbaries del fascismo en Alemania y hasta en Italia, mucho tiene que ver este “genio”, según mi concepción, pero no deben exagerarse responsabilidades) A los hombres hay que entenderlos en su época, en su medio.

Es importante mencionar el nombre de Shopenhauer (aunque Nietzsche intentara marcar pautas para que no se les asociara) y debemos hablar, entre otros fenómenos sociales que ocurren entre los hombres, del “darwinismo social” y el movimiento romántico alemán, para entonces, conocer a Nietzsche.

Con Shopenhauer se mantiene fiel en algunas ideas y muestra su desacuerdo en otras, pero es innegable la influencia de este en sus obras. Puede parecer extraño haber mencionado el término de “darwinismo social” como parte del contexto nietzscheano, si sabemos que este pensador nunca se reconoció como darwinista (y menos como darwinista social) y siempre que habla de estos pensadores lo hace con desprecio. Los darwinistas sociales de entonces entendían que la burguesía era la ganadora en la lucha por la vida, que ellos eran los más aptos. Pero Fiedrich considera “animales gregarios” “débiles, enfermizos y decadentes” a la alta burguesía del siglo XIX.

El romanticismo causó cierta influencia en la obra de Nietzsche. Sería demasiado simplificador afirmar que era un romántico, pero de lo que no cabe duda es que algunas ideas y valores de los románticos (el individualismo, que conduce al elitismo, por ejemplo) son halladas explícitamente en este autor.

Después de contextualizar a Nietzsche, de dejar de verlo como un ser perverso de intenciones macabras y descubrirlo como un hombre que captó algunos de los “ideales” (por cierto, este término es bastante despreciado en su obra, o más bien, empleado para denominar conceptos despreciados por él) de su tiempo, entonces y solo entonces, puede hablarse de forma un poco más amplia del antihumanismo en su pensamiento y por tanto, del carácter elitista e individualista de lo que fuera el “superhombre” nietzscheano.

Para empezar, acudimos a algunas de sus observaciones básicas acerca del hombre dentro de la especie que lo caracteriza:

“El hombre como especie no ha progresado. Se alcanzan, sí, tipos superiores, pero no se conservan. El nivel de la especie no se eleva (...) El hombre como especie no representa un progreso frente a cualquier otro animal.” (2)

“La “humanidad “ no avanza, ni siquiera existe”. (3)

¡En qué poca estima tiene Friedrich a sus iguales! (Después veremos que cambia esta idea de cierta forma, aunque solo para incentivar la individualidad). Habría que ver en qué escaño sitúa a los griegos antiguos, presocráticos por preferencia, que fueran un importante referente en toda su creación. Lo cierto es que con estas palabras reniega del desarrollo, del pensamiento y las tradiciones de la humanidad. Defiende abiertamente la incoherencia de la realidad y aunque se pronuncia contra la evolución, cae también en un evolucionismo social (¿“tipos superiores”?) que ejemplificaremos más adelante.

Como parte de esta negación al pensamiento humano se desprende en general una denuncia al discurso filosófico anterior, al que caracteriza como mentiroso y lo acusa de falsear la vida para “rebajarnos” y convertirnos en “borregos” (¡adora esta palabrita!), esclavos, en “siervos de nuestros amos”. Y es que Nietzsche repudia al hombre “colectivizado”, igualado, masivo; es a ese hombre al que no reconoce, al que no le otorga poder, porque su labor es solo enaltecer la individualidad. De aquí se desprenden las apreciaciones de este humano-demasiado-humano pensador sobre el hombre como especie en su condición social, como integrante de la sociedad en conjunto.

“... por consiguiente, la preponderancia del rebaño sobre todos los pastores y mansos, trae consigo:
1)- El apagamiento del espíritu (...)
2)- La hipocresía moral (...)
3)- Una gran suma de verdaderas virtudes altruistas ... (4)

“De las masas debemos pensar tan desdeñosamente como la naturaleza: conservar la especie”.(5)

Errores fundamentales: poner los fines en el rebaño y no en los individuos. El rebaño es un medio, nada más. (6)

Definitivamente Nietzsche está envenenado contra el pueblo. ¡Peligroso este hombrecito para la humanidad! Arremete contra él con todas sus fuerzas, el rebaño existe, pero existe solo en cuanto su condición sea para servir (conservar la especie, un medio no un fin) y por tanto, enaltecer esa individualidad (habla de una elite, de intelectualidad, ni siquiera es del hombre común en su condición individual).

Dos grandes movimientos sociales en la historia de la humanidad que han sido dirigidos a las masas y autentificados por ellas (o al menos así se supone que sea), que toman razón en la igualdad, la solidaridad, la masificación y la colectivización, son, precisamente, el socialismo y la religión cristiana. Es de suponer, por consiguiente, que no eran del particular agrado de Fiedrich. Y contra ellos, desató este hombre la lucha más atroz. Un detalle ilustrativo podría ser el hecho de que una de sus obras esté titulada “El Anticristo”, pero esto es solo un detalle y lo que aquí se citará de sus obras, serán solo fragmentos representativos de lo que fuera una obsesión en la vida creadora de Nietzsche.

“Yo considero el cristianismo como la más nefasta mentira de seducción que haya existido hasta el presente, como la gran mentira impía; yo discierno las ramas y los últimos brotes de su ideal bajo todos los demás disfraces, yo rechazo toda clase de compromiso con él, todas las posiciones falsas; yo predico la guerra contra él.

La moralidad de las pequeñas gentes como medida de las cosas; ésta es la más repugnante degeneración que la civilización ha presentado hasta aquí. ¡Y esta especie de ideal está suspendida permanentemente por encima de la humanidad bajo el nombre de Dios!” (7)

¿Quedó claro, verdad? Nuestro pensador habla del cristianismo como la más nefasta mentira; pero hasta ese punto su crítica es sostenible, tanto como criticable el hecho (que él critica) de adjudicar la voluntad humana a un Dios castigador. Sin embargo, en el segundo párrafo ya se destacan otros matices, racistas, excluidores, cuando habla de lo que él llama “pequeñas gentes” (las masas) y cómo la vida pudiera ser medida en patrones sociales de la mayoría, según la religión, en este caso. Hay rechazo, aborrecimiento hacia “el rebaño” pero también temor, temor a que estas masas se instauren y derroquen a las elites intelectuales, a los genios, a los superhombres. (¿Cuidando el pellejo?) Eso, sería, para él, la más repugnante degeneración de la civilización. Las palabras son más fuertes que cualquier análisis.

Contra el socialismo, que a su modo de ver era la otra cara del “instinto cristiano”, (“la misma corrupción”) Nietzsche arremetió no con menos furia.

“El socialismo, como aspiración a la tiranía de los más insignificantes y de los mas tontos, es decir, de los superficiales, envidiosos y de los que aun en sus tres cuartas partes espectadores, es de hecho la consecuencia de las ideas modernas y de su anarquismo latente (...) En la doctrina del socialismo se oculta malamente una ‘voluntad de negación de la vida’; los hombres o las razas que tal doctrina profesan tienen que ser hombres o razas fracasadas”. (8)

Es imprescindible destacarle dos cualidades a nuestro pensador: una, su sinceridad. Nietzsche no oculta su cinismo, su espíritu retorcido, sus odios, su egoísmo; dos, su visión del futuro. Sobre el socialismo, por ejemplo, dijo también:

“Con todo, en muchos lugares de Europa son de esperar acometidas y sorpresas por este lado; el siglo que viene ha de ofrecernos curiosas experiencias en este punto, y la Commune de París, que también tienen en Alemania sus apóstoles, habrá sido quizá una benigna indigestión en comparación con lo que haya de ocurrir”. (9)

En el darwinismo social también incursiona, como una muestra más de su antihumanismo¸ aunque él propiamente niegue este enfoque.

Según el doctor Pablo Guadarrama, Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba, Nietzsche justifica los efectos favorables de la condición negativa del hombre y de esta forma se demuestra “... hasta qué punto compartió muchos de los postulados del darwinismo social de moda en su tiempo...”(10). Para ejemplificarlo, Guadarrama cita el siguiente fragmento:

“El hombre más dañino es quizá también el más útil desde el punto de vista de la conservación de la especie, pues mantiene dentro de él, o por su influencia sobre los demás, instintos sin los cuales la humanidad se hubiera afeminado o corrompido hace ya mucho tiempo. El odio, la mala intención, el instinto de rapiña y de dominio y todo lo que, por otra parte se denomina el mal; todo esto forma parte de la extraordinaria economía en la conservación de la especie, una economía costosa, prodiga y en último término, excesivamente insensata, pero que, ‘está probado’, ha servido para conservar nuestra raza hasta el momento presente”. (11)

Pudiera proponerse también la siguiente frase (o sea, que el darwinismo social es más que una casualidad o un pequeño desliz en la obra de Nietzsche):

“La vida misma no reconoce solidaridad alguna, ninguna ‘igualdad de derechos’ entre las partes sanas y las partes enfermas de un organismo; estas últimas deben ser amputadas o el todo sucumbe”. (12)

Ha sido suficiente. Este “demasiado-humano” pensador dejó al mundo un legado de antihumanismo definitivo, de irracionalidad y paradójicamente, lo hizo “a favor de la vida”, porque, según su consideración, todas estas corrientes que proclamaban la igualdad y el poder de la masa, van en contra de la vida verdadera. A la prole inmunda opuso el individuo superior, el único “humano” (habría que ver hasta qué punto) en el que confiaba, el único elemento real de la evolución de la humanidad.

El superhombre es el ser que será capaz de volver a mirarle la cara a la vida, que no se esconde en religiones o en filosofías de lo transmundano (término empleado en “Así habló Zaratustra”, obra cumbre para resaltar al superhombre). Nietzsche hablaba de un nuevo hombre, el opuesto al cristiano, enfermo, débil, decadente y mediocre; un hombre fuerte, vital, orgulloso de sí mismo, con poder y con “voluntad de poder”, como hablaba Zaratustra en su libro:

“Con estos predicadores de la igualdad no quiero ser yo mezclado ni confundido. Pues a mí la justicia me dice así: «los hombres no son iguales» ¡Y tampoco deben llegar a serlo! ¿Qué sería mi amor al superhombre si yo hablase de otro modo? Por mil puentes y veredas deben los hombres darse prisa a ir hacia el futuro, y débese implantar entre ellos cada vez más guerra y desigualdad: ¡así me hace hablar mi gran amor!” (13)

Este parlamento ya se vuelve insoportable. En ese punto, puede encontrarse cada vez una mayor concordancia con el ario dominante, prepotente, guerrerista y superior del nazismo alemán, aunque muchos autores se nieguen a creerlo. El antihumanismo es irresistiblemente evidente. Ya no estamos hablando de hombres, estos serían insignificantes, dignos de vergüenza para ese ser superior. Y vuelve Zaratustra desde las páginas que escribiera Nietzsche entre 1883 y 1885 (sobre los cuarenta años):

“Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al hombre? ¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa”.(14)

El antihumanismo nietzscheano ha sido tratado desde su crítica y desdeño a las masas y por tanto a la religión cristiana y el socialismo, hasta su proyecto de “ultrahombre” que niega en sí mismo la propia esencia humana. Después de los horrores del fascismo (dudosamente superados) y en un naciente siglo XXI (que debería posibilitarnos una visión histórica y una capacidad reflexiva y analítica de la trayectoria del pensamiento y sus proyecciones prácticas), Nietzsche continúa siendo venerado precisamente allí donde es antihumano y excluyente y esto va más allá de una paginita en Internet, hasta la política exterior de algunos gobiernos.

Él mismo lo supo y con esa ya reconocida visión del futuro, fue capaz de hacer una brillante y definitiva conclusión sobre sí mismo y el destino de sus obras:

“Conozco mi suerte. Mi nombre estará un día ligado al recuerdo de una crisis, como no haya habido otra igual en la tierra, al más hondo conflicto de conciencia, a una decisión que se proclama contrario a todo lo que hasta ahora se había creído, pedido y consagrado. No soy un hombre, soy una carga de dinamita.... contradigo como jamás se había contradicho, y a pesar de ello soy la antítesis de un espíritu negador... junto con esto soy necesariamente un hombre que posee un destino. En efecto, si la verdad entra en combate con la mentira milenaria, se producirán tales conmociones, tales temblores de tierra como jamás se habían soñado. La noción de política se encuentra ahora del todo en una guerra entre espíritus, todas las formas de dominación de la vieja sociedad han saltado por el aire; todas reposan sobre la mentira; habrá guerras como nunca las hubo sobre la faz de la tierra. Solamente a partir de mí puede comenzar en la tierra la gran política” (17)

CITAS BIBLIOGRÁFICAS

(1)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas, Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, p. 231.
(2)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas, Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar,1951, p. 417.
(3)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas, Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, p. 75.
(4)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, pp. 63-64.
(5)- Nietzsche, Fiedrich. El ocaso de los ídolos. Obras completas, T. X, Aguilar, Buenos Aires. 1958, p. 30.
(6)- Nietzsche, Fiedrich. El ocaso de los ídolos. Obras completas, T. X, Aguilar, Buenos Aires. 1958, p. 34.
(7)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, p. 142.
(8)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, pp. 97-98.
(9)- Nietzsche, Fiedrich. La voluntad de dominio. Obras completas Tomo IX, Buenos Aires, Aguilar, 1951, p. 98.
(10)- Guadarrama, Pablo. Vida y muerte de la filosofía: Nietzsche y Marx. Pensadores cubanos de hoy [en línea]. Marzo de 2005. [consultado: 18 de marzo, 2005]. Disponible: URL: http://www.filosofia.cu/contemp/guadarrama/nietzsche.htm

(11)- Nietzsche, Fiedrich. El gay saber (la gaya scienza). El eterno retorno. Obras completas, T.VI, Buenos Aires, Aguilar,1959, p. 69.
(12)- Nietzsche, Fiedrich. El ocaso de los ídolos. Obras completas, T. X, Aguilar, Buenos Aires. 1958, p.19.
(13)- Nietzsche, Fiedrich. Así habló Zaratustra. [versión digital]. p. 60.
(14)- Nietzsche, Fiedrich. Así habló Zaratustra. [versión digital]. p. 5.
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