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VOZ UNIVERSITARIA

Arte y Literatura

UNA NOVELA INCOMPRENDIDA

UNA NOVELA INCOMPRENDIDA Por: Grettel Reinoso Valdés  A finales del siglo XIX, una curiosa y satírica obra literaria puso en jaque a la sociedad cubana. No solo los censores y demás “personal” vinculado al sistema, sino también los propios intelectuales y sectores progresistas del momento, se alarmaron ante semejante texto, burlesco, irónico y sagaz, contrario a la usanza de las plumas decimonónicas de la Isla. Narraba su autor, según nos cuenta el propio Martí, …la historia del poblano don Vicente Cuevas, que llegó a Cuba en un bergantín, de España, sin más seso, ciencia ni bienes que una carta en que el señor Marqués de Casa Vetusta lo recomendaba a un empleado ladrón, y con las mañas de éste y las suyas, amparadas desde Madrid por los que participaban de sus frutos, paró el don Cuevas de las calzas floreadas y las mandíbulas robustas en el “señor Conde Coveo”, a quien despidieron con estrépito de trombones y lujos de estandartes y banderines los “buenos patriotas de La Habana”, cuando se retiraba de la ínsula, del brazo de la rica cubana Clotilde. Ésta es la vergonzosa historia, dicha con sobrio ingenio, cuidado estilo y varonil amargura.  ¿No suena familiar? ¿No se ha imaginado usted un pasaje similar relacionado a ciertas leyendas e historias de vida de la Cuba colonial? Seguramente sí. La usura, la corrupción administrativa, eran males comunes que implantó la Metrópoli en esta, su joyita del Caribe. La inmigración de “panchos” dispuestos a todo por enriquecerse en América, muchos analfabetos y algunos con recomendaciones y cartas inventadas, que seguían la rima al aparato burocrático, era muy común, incluso después de la guerra y hasta los primeros años de la República. Muchos españoles, de todos tipos y cunas, vinieron a Cuba. Lo hemos visto en nuestros abuelos o padres, o tal vez  sea usted mismo, buen lector, procedente de la otra orilla del Océano Atlántico.  Pues una historia como ésta es la que cuenta Ramón Meza, un prolífico escritor y cronista, en su novela Mi tío el empleado, que vio la luz en 1887 y como ya decía, causó cierto revuelo en la sociedad de la época. Pero si ya había ocurrido una guerra de diez años en Cuba, si el independentismo era una corriente de pensamiento fuerte y latente y se gestaba dentro y fuera una segunda campaña armamentística, ¿qué puede originar semejante confusión? ¿por qué no fue comprendida en su momento la obra cumbre de Meza? La cuestión es más bien, discursiva, estilística. Por primera vez en la literatura cubana, se emplean recursos que luego conoceremos en el lenguaje cinematográfico, como el énfasis rítmico en los detalles, la carga visual de las imágenes que crea, la forma en que se mueven las situaciones o el carácter escandaloso y pillo de los personajes, lo que produce un efecto especial entre realidad e irrealidad y se hace creíble, aunque sensacional, lo que tal vez de otro modo hubiéramos caracterizado de pura fantasía y absurdo.   Con Mi tío el empleado, Meza fue un innovador, un adelantado. Nos resulta casi contemporáneo su lenguaje, y así el autor rompe con los narradores que le precedieron y al mismo tiempo con los propios de su generación. Sin embargo, no hablamos de un patriota de la guerra, ni de un revolucionario o brillante pensador, más bien de una pluma fina, de un ingenio sagaz y juguetón que se sirvió de la situación para captarla, matizarla y plasmarla al papel y por tanto, a la eternidad, de una forma muy peculiar.  La novela llama la atención desde el comienzo, con la llegada del mentado Cuevas y su sobrino a puerto habanero. Las descripciones del paisaje, de la vida citadina, tienen un matiz impresionista: el viaje, las calles de La Habana, la primera vez que los protagonistas se topaban con la presencia de un negro, la multiculturidad de los pobladores de la isla, la ignorancia de los forasteros, las vendutas callejeras…  Aunque, como se advertirá, no estamos en presencia de una novela realista, en ella se observan, caricaturizados y no por menos revelados, las características de la sociedad colonial: la ignorancia, vista en los inmigrantes españoles, de pobres a condes, la corrupción, la usura, el fraude. Estas eran realidades duras, que sufrieron más aún los criollos, los explotados, los labriegos, los que, ya abolida la esclavitud, continuaban siendo esclavos, los cubanos desplazados, por esos mismos españoles, de los cargos públicos, políticos y empleos mejor remunerados. Meza es, me atrevo a decir, tan implacable como la realidad que le rodea.  No mentía cuando revelaba que a la administración pública  no se ascendía por méritos. La designación de los “jefes” dependía de códigos relacionados con la fidelidad, la incondicionalidad, el pago de favores o de dineros, las recomendaciones; nunca el esfuerzo, el conocimiento, la experiencia. Así le ocurre a Don Benigno, antítesis del conde de Coveo, un funcionario honrado, trabajador, eficaz, que fue expulsado de su puesto para franquear el paso a la corrupción y termina en la miseria, como un testigo espectral de los triunfos del Conde, hasta que muere, roto el cráneo con una argolla del muelle, la propia tarde en que regresa a España, con riquezas y mujer, el que antes fuera el ignorante y estúpido (y sin dejar de serlo) Vicente Cuevas, objetivo de burlas y estafas. La imagen es fuerte aunque siempre satírica, simbólica.  Meza ignora la clemencia, como también la desconoció su sociedad. Llega así a la simple pero terrible disyuntiva imperante: o te comprometes con la corrupción o estorbas. El esperpento en Mi tío el empleado fue más bien un exabrupto, un estallido de cólera, una verdad a rajatablas sobre una época que se desplomaba, atrasada y corroída hasta los huesos.  Así aparecen personajes como Don Genaro, un típico pillo adinerado por la usura y la corrupción, que “patrocina” a estos dos recién llegados, los emplea y, a pesar de ser parientes, los trata con indiferencia, los utiliza para sus fines y en todo caso, es el artífice  también de esos ascensos inesperados y asombrosos, en la vida pública, del analfabeto y ridículo Cuevas, antes que su nombre cambiara a Coveo. Sobre semejante ascenso del tío, se lee en la novela, en un capítulo titulado sugerentemente Salto elevado y apuros por el aire: Estupefacción general causó en la oficinas ver saltar, de improviso a mi tío, de simple sacudidor de expedientes, nada menos que al empleo que ocupaba Don Benigno, tan pronto como éste hizo dimisión de su destino. ¿Qué sabrá ese mequetrefe?, ¿habránse visto pretensiones semejantes?, ¡y le han puesto de sustituto del empleado modelo, del más instruido! En todo momento, se delata el carácter de “saqueo” del coloniaje español en Cuba. Desde los primeros instantes los personajes proclaman su intención de venir a hacer fortuna a la Isla, sea como sea, y regresar cargados de riquezas a su aldea remota.  La educación es también objetivo de críticas auque más se note la “no educación” en forma de ignorancia, de inconsecuencia, de falta de principios. En voz del propio sobrino, principal narrador, se destaca el siguiente pasaje sobre su experiencia escolar en la Madre Patria, trasladada forzosamente a Cuba como una realidad y esto es, si nos referimos a aquellos que al menos tuvieron el privilegio de recibir un mínimo de enseñanza. Por lo demás, es un pasaje muy ilustrativo, véase también la primera frase, pronunciada por el cura pueblerino: -Lástima que este muchacho sea tan travieso, no tiene mala cabeza. Si le mandáramos a América podría hacérsenos allá un virrey.Pero la verdad es que si no aprendí más la culpa no fue mía. ¡Dios me libró en buena hora de haber tenido la tentación de exponer ciertas dudas y de hacer ciertas preguntas al maestro de mi pueblo! Seguro estoy de que de haber ocurrido semejante cosa no contaría por sanas todas mis costillas. Era el tal don Mateo, hombre rudo, intratable y vanidoso: castigábamos caprichosamente. Si alguno de sus discípulos ponía un rabo a una mosca, como él llegara a enterarse de la travesura todos los de la escuela éramos abofeteados de lo lindo sin distinción de justos ni pecadores. Aprendimos nuestras lecciones, no por afición al estudio, sino por puro terror a la palmeta.  Meza no aspira a darnos una visión realista de su tiempo pero es precisamente esta subrayada realidad del absurdo cotidiano, que se extendería con rasgos similares hasta la República (no en balde esta novela fue “olvidada” en la Isla hasta los años 60), lo que le confiere asombrosa modernidad a la obra. Aquel negocio sin nombre ni objeto explicitados, los expedientes que tapizan las paredes de una oficina cerrada y cubierta de polvo; la luz y la risa que se multiplican y duelen desde los cubiertos de plata, en contraste a la pobreza, a la figura simbólica de aquel mendigo que aparece siempre en los instantes más felices de Coveo, conforman estas páginas reveladoras de la dura y contradictoria cotidianidad de todo un pueblo.  Martí, ese maestro visionario, quien fuera uno de los que mejor supo comprender a Mi tío el empleado, capta la esencia de su valía precisamente en su carácter de ser, al mismo tiempo, caricatura y realidad: Cuéntase cómo se va en Cuba de Cuevas a Coveo; cómo se enriquecen, a robo limpio y cara de jalea, los empleados; cómo chupan, obstruyen y burlan al país, que pasa en la sombra discreta de la novela como una procesión de fantasmas lívidos y deshuesados; cómo echa el vientre el conde a la tibia luz de su casa voluptuosa de soltero, entre cocheros y poetas celestinos; cómo sobre el ataúd caliente de la vana mujer que da la beldad de su hija a un necio título, engordan -mientras el mayordomo leal muere de pena- el secretario, el general, el contratista, el canónigo, el coronel, el escritor “patriota” que hoy atenta, vestido de negro y con bastón de carey, contra las vidas de aquellos a quienes sirvió, ¡y tal vez le lleva y trae flores! Al lado del conde se mueven, esbozados de propósito con sencillez no exenta de firmeza, el portero adulón; el cochero procurador; el buscapié, servil; el secretario, presuntuoso; los oficinistas, famélicos; los ladrones titulados; la suegra, frívola; la hija, complaciente. Se ven los misterios de oficinas, el lujo grotesco del advenedizo, el sabio asedio de la casa rica… Nadie como Martí supo entonces apreciar el ingenio de Meza, comprender que la burla y el absurdo (recursos aún vírgenes en la época) eran parte de la propia situación en que vivía Cuba. Por eso  fue una novela incomprendida y sin embargo, a mi entender, una de las más brillantes y destacables del siglo XIX cubano, con un alto valor anticipador en la literatura y denunciador (o más bien, enunciador, aclaro) de los males de la época y eh aquí mi señalamiento, adscrito a las palabras del apóstol que desvió a otro cauce su regaño: Las épocas de construcción, en las que todos los hombres son pocos; las épocas amasadas con sangre y que pudieron volver a anegarse con ella, quieren algo más de la gente de honor que el chiste de corrillo y la literatura de café, empleo indigno de los talentos levantados. La gracia es de buena literatura, pero donde se vive sin decoro, hasta que se le conquiste, no tiene nadie el derecho de valerse de la gracia sino como arma para conquistarla.

Homenaje a Julián del Casal

Homenaje a Julián del Casal

Por: Lisandra Gómez Guerra 

Una vez más, José Martí utiliza su pluma para resaltar a un indiscutible poeta de Cuba. En la crónica Julián del Casal, publicada en Patria iguala su corta e intensa vida con su poesía. A pesar del poco reconocimiento que tuvo su obra en su tierra natal, su verso fino y profundo expresa lo raro de la emoción noble y sincera. Martí, en este trabajo, abandona lo solemne, esgrime períodos breves y simples; mas resalta la magnífica poesía de este poeta con innumerables ejemplos. Como los escritores de su tiempo Julián del Casal, mostraba en sus versos exceso de pasión, libertad desmedida, amor, amistad, pesimismo y adjetivación. Además, la mayoría de ellos murieron jóvenes como consecuencia de sus débiles cuerpos o de sus inconformes formas de vida. La poesía del Casal se caracterizaba por el uso del dodecasílabo a la perfección, con acentos en la sexta y penúltima sílaba, con una tan rica sonoridad que hasta entonces no se había logrado. Repite a manera de estribillo musical uno o más versos al final de la estrofa. Julián del Casal incorpora en sus versos palabras y giros coloquiales. Esta novedosa forma es tomada por las nuevas generaciones con mayor aceptación. Para Martí, la obra de este poeta será paradigma a seguir por los hombres americanos que buscan ya, la literatura y la política como oficio. “La generación del Casal principió por el rebusco imitado con elegancia suelta y concisa, con expresión artística y sincera elegancia suelta y concisa, con expresión artística y sincera, breve y tallada del sentimiento personal y del juicio criollo y directo.” 1 Julián del Casal murió joven y triste pero sus versos no sólo han quedado impresos en un papel infeliz. Más allá del tiempo, el mundo lo recuerda con orgullo y sigue su obra, dándole homenaje sincero a uno de nuestros poetas que materializó lo que el Apóstol expresó: “La poesía vive de honra”. 1 José Martí en Julián del Casal, Patria, Nueva York, 31 de  diciembre de 1893.

Pobres Gentes, una mirada a la Rusia de 1846

Pobres Gentes, una mirada a la Rusia de 1846

Por: Lisandra Gómez Guerra 

“La genialidad de Dostoievsky es indiscutible. Por la fuerza de su expresividad, su talento puede compararse sólo con el de Shakespeare.”

                                                                                                        Máximo Gorki. 

Cuba, 21 de mayo de 2005 

Esta carta va dirigida a los que temen leer la literatura rusa. Muchos cuentan que en sus páginas sólo se encuentran cosas aburridas y mucho dolor, como consecuencia de la historia de este país. Mas, en los libros de sus grandes escritores descubrimos un mundo fascinante que atrapa a los lectores por su reflejo de la época.  

Hombres como Gógol, Dostoievsky y Tolstoy han creado un camino único, esbozado por el realismo ruso. Sus obras critican la sociedad, dibujan con exactitud la psicología de los personajes y el conflicto entre ellos.  Además, se caracterizan por una precisión al describir el escenario de sus personajes.

Este mensaje no es más que mi tributo a uno de estos grandes, “nervioso plebeyo, fanático y genuino ruso, admirable apóstol de la Humanidad, paladín constante de una concepción mística del mundo y de los hombres”1. No cabe duda de que es, Fiódor Mijáilovich Dostoievsky (1821-1881). Sus novelas realistas reflejaban un profundo análisis psicológico de las emociones humanas, factor indispensable por lo que tiene una influencia muy poderosa tanto en los escritores del siglo XIX como en los del XX.  

Entre sus obras más conocidas podemos encontrar El doble (1846), Crimen y castigo (1866), El idiota (1868) y  Los endemoniados (1871-1872) conocida como Los demonios. Su primera novela Pobres Gentes (1846), no ha tenido un alto reconocimiento. Tal vez sea  por la poca madurez como escritor. Mas el peculiar estilo de esta obra ameniza la vida de los más necesitados.

Pobres Gentes, la desdichada historia de amor de un funcionario estatal, Makar Dievuschkin y Varvara Dobroselov vertida de forma epistolar, recibió  buenas críticas por su tratamiento realista de la situación de los pobres. Al final de la lectura, comprendemos los problemas de ambos personajes, víctimas de sus propias circunstancias por la marcada miseria con que viven.  Según los especialistas: “el libro era bastante novedoso, pues añadía la dimensión psicológica a la puramente narrativa, en su análisis de los conflictos del protagonista, observándolos desde su propio interior”. 2

La obra es un espejo de la época. Las descripciones de los variados escenarios y las actitudes de los personajes de acuerdo al nivel social representan la situación de este país en 1846. Reflejan la dictadura de Nicolás I (1825-1855), Zar que gobernaba en el período de creación de esta pequeña novela. Dentro de las características generales del contexto histórico encontramos un gran florecimiento literario, un fuerte régimen político, la organización económica estaba muy atrasada, se arrastraba formas totalmente superadas, como la servidumbre y sus secuelas. En la historia de Rusia se recoge este momento como el de mayor opresión al pueblo, estructurado por campesinos mayormente, comerciantes y  pequeño burgueses.

La novela transcurre durante cinco meses. La correspondencia de los protagonistas devela sus más sinceros sentimientos. Dostoievsky en varios pasajes, apoyado en Makar y Varvara, muestra la situación social de los marginados, desheredados y de los más humildes, el régimen político, la estructura de los centros comerciales y calles, la atomización de la sociedad y la profundización del abismo entre las clases. En el libro se utilizan personajes y ambientes, en forma de burla, para criticar los males de Rusia en 1846. Ejemplo de esto es que toma a su personaje principal, el hazmerreír de todos por su precaria vida, como miembro de la burocracia oficial y la manera por la que el mendigo de la calle Fontanka llega a esas circunstancias. Cada página pone al desnudo las pequeñas miserias de un amor imposible en un ámbito mezquino y burocrático.  Makar Dievuschkin y Varvara Dobroselov eran vecinos. Ambos vivían en pisos alquilados. Los rusos generalmente se alojaban como inquilinos. El que pudiera pagar más tendría entonces, mejores condiciones. Makar le contaba a su amiga como su habitación era oscura, con olor a moho, según él era un rinconcito muy discreto porque se pasaba meses sin poderle pagar a la dueña, Teresa. A pesar de estas condiciones no se consideraba el de menos recursos porque otro arrendatario llamado Gorshkov, quien había perdido el trabajo hacía siete años, junto a sus tres hijos y esposa residían en un cuartucho que hacía esquina separados por un biombo (mampara). De esta forma vivían los rusos en este período. La vivienda se consideraba uno de los principales problemas de las ciudades.Los campesinos explotados por los propietarios de las aldeas, que al adueñarse de las parcelas de tierras se convertían en los dueños de sus trabajadores, se trasladaban a las ciudades para trabajar durante algún tiempo y prosperar. El padre de  Dobroselov,  desempleado tras la muerte del príncipe P., propietario de la finca donde laboraba, viaja a la ciudad en busca de mejorar la economía de su familia. La  difícil situación económica que atravesaba el país lo condujo a que sus deudas se acrecentaran.

La autoridad imperial se imponía mediante un sistema muy complejo de presiones y controles. Los funcionarios públicos formaban parte de este sistema de control. Los servicios de este sector se recompensaban con la concesión de unas condecoraciones llamadas órdenes. Makar Dievuschkin a los diecisiete años ingresó en la burocracia oficial. Su desigual actitud a los demás compañeros de oficina logró el rechazo de todos. Odiaba la explotación a los hombres con igual corazón que él. A pesar de los problemas y aunque para Dievuschkin era difícil entenderlo, una vez le quisieron conceder una Cruz en premio a su servicio.

Para Fiódor Mijáilovich los intelectuales eran muy importantes.  Makar piensa que su insulsa vida puede mejorar si comienza a instruirse con Ratasaiev en sus veladas literarias. De esta forma, según él, aprendería a expresarse con palabras concretas, en  las diferentes situaciones, tanto vulgares como corrientes. La vida entonces, tomaría un rumbo en busca de mayores satisfacciones. El desempleo aumenta todos los días principalmente en las grandes ciudades. Las mujeres no podían aspirar a grandes puestos de trabajo. La difícil situación de las féminas las lleva a la prostitución, a pedir limosnas y las más afortunadas llegan a ser amas de llaves de las casas de los pequeños burgueses. Varvara Dobroselov no tuvo más opción que trabajar con pocos recursos para una familia de proletarios rurales, hasta que en un accidente casero se quemó una mano y sin recibir explicación es sustituida.  A pesar de la terrible enfermedad, Teresa, la dueña de la pensión, debía mantenerla para sobrevivir. Anna Fiodorovna, en cambio, poseía  una casa con cinco cuartos, pero las fuentes de sus ingresos eran muy enigmáticas como sus ocupaciones.

Los mendigos profesionales alquilaban, en los barrios pobres, niños escuálidos para llamar la atención de los transeúntes y si el niño moría durante el día, seguían exhibiéndolo hasta la noche para no perder el precio del alquiler.  Dievuschkin no podía comprender cómo los pequeños eran víctimas de esta situación tan habitual en la sociedad rusa. En este fragmento se evidencia este cotidiano escenario… “Y temblando todo él, llegase corriendo a mí y mostrándome el papel, con vocecilla que tiritaba, me dijo: “Una limosnita, señor”. …No hay que ponderar el caso, que es claro y corriente. Pero ¿qué iba yo a darle? Pues no le di nada. Y sin embargo, me inspiraba tanta compasión.”3

Rusia no contaba con tiendas como se describe en la literatura europea occidental. Las compras se hacían en los mercados, que consistían en almacenes pequeños y mal iluminados situados unos junto a otros. Cuando Varvara le pidió a su gran amigo que  comprara ropa porque no estaba presentable con su traje gastado por el tiempo, Dievuschkin le describe los desaliñados mercados, donde casi no se podía decidir que llevar porque la ropa a penas se veía y los precios no se correspondían con la calidad. La clase burguesa sí poseía mayores condiciones. Existían costureras de blanco (4) que elaboraban la ropa con encajes, letras caladas y falbalá. Al cumplir con el pedido entregaban el producto terminado a quienes lo pedían. Cuando Varvara decide casarse con Bukov, un burgués, utiliza este medio para obtener el ajuar.   La necesidad de dinero como el instrumento más importante para sobrevivir se  evidencia durante la novela. No se dibuja por igual la forma de pensar y de actuar de los personajes. Anna Fiodorovna, una mujer que vivía desahogadamente en casa propia y el estudiante Pokrovski quien para poder vivir en Petersburgo debía enseñarle francés, alemán, historia y geografía a Sasha, sobrina de Anna, son dos de los polos opuestos que caracterizan las diferentes clases sociales. Así como, la triste historia de la familia Gorshkov, quienes primeramente tuvieron las condiciones mínimas en el sepelio del hijo menor al no poderlo pagar y luego perdieron al padre al devolverle el dinero robado.Bukov, burgués no entendía los inocentes favores de Makar hacia Varvara. En agradecimiento expresó: “¿Se contentaría con quinientos rublos por todo lo que ha hecho? Esas cosas no se hacen por dinero. Eso es absurdo; esas cosas están bien para las novelas.”5

En un día de paseo Dievuschkin describe la diferencia entre las calles de Fontanka y

Gorjovaya. En la primera se podía encontrar algún aprendiz de cerrajero, artesanos, borrachos, prostitutas. En Gorjovaya durante la noche había luces de gas y personas con sombreros con cintas.

Los personajes protagónicos se diferencian también de acuerdo a sus gustos. Makar Dievuschkin antes de conocer a su amiga se sentía inferior por su baja cultura y status social, en cambio junto a ella reconoce que lo más importante es que:… “soy un hombre, todo un hombre a corazón y pensamiento”6. En cambio Varvara Dobroselov  decide casarse sin amor con Bukov para salvarse de la pobreza y para garantizar un próspero futuro. Después de encontrar a su esposo los gustos cambiaron. La ropa fina y los viajes en coche eran su divisa.

Sin temor a equivocarme, Fiódor Mijáilovich Dostoievsky es uno de los novelistas rusos más importantes de la literatura universal, que investigó hasta el fondo de la mente y el corazón humano. Su obra narrativa ejerció una profunda influencia en todos los ámbitos de la cultura moderna. En cada página de su novela Pobres Gentes, se descubre así mismo y su adelantada forma de pensar. La Rusia de 1846, no podía ser reflejada de otra forma. Gracias, Dostoievsky, por ese regalo.  

Citas

1 Ciberoteca_ Autor del mes. [en línea]. Dostoievsky, vida y obra. 2004.  [consultado: 16 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.ciberoteca.com

2 Ciberoteca_ Autor del mes. [en línea]. Dostoievsky, vida y obra. 2004.  [consultado: 16 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.ciberoteca.com 

3 Dostoievsky, Fiódor M. Pobres gentes. Ciudad de La Habana, Ediciones Huracán, 1999, p.129.

4 Ibídem p.155.

5 Ibídem p.151

6 Ibídem p.151.

BIBLIOGRAFÍA 

Bruckner, Alexander. Historia de la literatura rusa. Editorial Labor S.A, Barcelona, 1929, pp.315.Ciberoteca_ Autor del mes. [en línea]. Dostoievsky, vida y obra. 2004.  [consultado: 16 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.ciberoteca.com. Dostoievsky, Fiódor M. Pobres gentes. Ciudad de La Habana, Ediciones Huracán, 1999, pp.164.Fiódor Dostoievsky. [en línea]. Dostoievsky. 2005. [consultado: 18 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.educarchile.cl. Fiódor M. Dostoievsky. [en línea]. Fiódor M. Dostoievsky. 2005. [consultado: 18 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.sensualbaires.com.Hingley, Ronald. Historia social de la literatura rusa 1825-1904. Ediciones Guadarrama, Madrid 1967, pp.214.Literatura rusa I. [en línea]. Fiódor M. Dostoievsky. 2005. [consultado: 18 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.anedonia.net. Noches blancas, de Dostoievsky. [en línea]. Noches blancas. 2005. [consultado: 16 de mayo del 2005]. Disponible en: URL: http//www.clubdelibros.com.      

 

 

Entrevista con Ignacio Ramonet, autor de "Fidel Castro. Biografía a dos voces"

Entrevista con Ignacio Ramonet, autor de "Fidel Castro. Biografía a dos voces"
Entrevista con Ignacio Ramonet, autor de "Fidel Castro. Biografía a dos voces"
La verdadera humanidad de Fidel Castro está en este libro
Rosa Miriam Elizalde
Juventud Rebelde

La conversación se inicia antes de la ronda de preguntas, en una entrevista que pasa por la emboscada de las cámaras. Se filmará para la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, y mientras los técnicos y camarógrafos improvisan el set, a Ignacio Ramonet se le ve distendido y hasta bromeamos sobre un hecho aplastante: en sus intensas Cien horas con Fidel está casi todo lo que la humanidad periodística, de un lado y del otro de la verja política que indudablemente separa el ejercicio de nuestra profesión, habría querido preguntarle alguna vez al Comandante en Jefe.

«Usted es un gandío; no le ha dejado nada a sus colegas. Ni una hora». Y él se ríe, y casi se disculpa, y luego, en serio, comentamos las últimas noticias editoriales. «Está agotada en España la primera edición, y casi la segunda. Vamos para la tercera, que será idéntica a la que tendrán los lectores cubanos», cuenta. Las versiones en inglés, portugués y francés vuelan en las librerías, mientras se concilian contratos en otras lenguas. Ramonet acaba de pasar por Japón, donde firmó un acuerdo para la traducción y publicación del libro en ese país, y tiene noticias de que tres editores surcoreanos se disputan la edición príncipe en ese idioma. En Estados Unidos, donde se distribuyeron más de 40 000 ejemplares, el libro se vende en circuitos populares, con gran éxito.

Mientras habla, su expresión es de asombro. Reconoce que el libro ha navegado con enorme suerte, a pesar de la campaña internacional que se desató antes de que saliera de imprenta y a que celebraron por anticipado el hundimiento no solo de estas Cien horas con Fidel , sino de la credibilidad profesional del autor.

Pero de eso hablaremos más adelante, porque ahora se han encendido las luces, corre la cinta de la cámara y, por desgracia, no disponemos de cien horas, sino de solo 30 minutos para conversar, antes de que él salga apurado por la puerta a cumplir un intensísimo programa de presentaciones en medio mundo, empezando por Cuba.

—El pasado 16 de mayo usted presentó la primera edición del libro, que tenía unas 700 páginas. Pocos meses después, esta segunda edición tiene exactamente 800 páginas. ¿No debería llamarse ahora este volumen Más de Cien horas con Fidel?

—En realidad, las horas que yo pasé con él son las mismas. Lo que ha aumentado entre la primera y la segunda edición son las horas que Fidel ha pasado trabajando sobre sus mismas respuestas. La diferencia entre las dos ediciones es que en la primera él solo había podido ver rápidamente el volumen por falta de tiempo y por sus obligaciones. En la presentación de la primera edición, él mismo se dio cuenta, al releer el libro, que era necesario añadir precisiones que solo él podía hacer.

—No solo precisiones. Hay también importantes novedades.

—Son precisiones alargadas. Por ejemplo, voy a citar tres o cuatro que son importantes añadidos, porque como dice usted entre la primera y la segunda edición hay casi cien páginas de diferencia, sin contar las mil y una modificaciones que ha hecho, más bien de estilo. En la primera versión, se había conservado el tono conversacional, mientras que ahora le ha querido dar un carácter más escrito, porque se trata, lógicamente, de un libro.

—¿Qué modificaciones hay? ¿Qué añadidos?

—En la primera parte ha incluido múltiples modificaciones que describen mejor aún la infancia de un niño en el campo de la provincia del Oriente de Cuba entre los años 20 y 30. En la primera edición había un desequilibrio, que era un poco culpa mía, porque le hice muchas preguntas sobre el padre y pocas sobre la madre. Ahora añade unos párrafos muy personales, muy emotivos, sobre su mamá, que no se encuentran en declaraciones y libros anteriores a este.

«Otro añadido importante está en el capítulo de la Crisis de Octubre, donde incorporó a su respuesta las cartas que él le envió a Nikita Jruschov. No son inéditas, pero no todo el mundo las conocía. Él las entrega para que la gente pueda entender mejor las circunstancias en que se produjo una de las crisis más graves que haya vivido el mundo en los últimos 50 años».

—Absolutamente inéditas son las cartas que Fidel le envió a Saddam Hussein, y que aparecen por vez primera aquí.

—Cuando hablamos de la crisis de la guerra en Iraq, él me dijo: «Yo hasta le mandé un mensaje a Saddam Hussein, incitándolo a demostrar que no tenía armas de destrucción masiva y a que evitara el ataque». Eso aparece en la primera edición. En esta versión figuran, por primera vez y de manera integral, dos cartas que le envió después de la invasión de Iraq a Kuwait, a inicios de los ’90.

«También, está la versión más completa que haya dado él del golpe de Estado de abril de 2002, contra Chávez en Venezuela».

—Usted tuvo una gran primicia, porque es la primera vez que Fidel hace el relato detallado de los hechos relacionados con el golpe de estado en Venezuela y el retorno del presidente Hugo Chávez a Miraflores.

—Exacto. En la primera edición se entendía que él había participado, pero con muchos menos elementos. Mientras que aquí reproduce en detalle las conversaciones telefónicas que sostuvo con Chávez, con diferentes generales, etc., y se ve muy bien cómo él mismo vivió ese golpe de Estado. Creo que su intervención fue decisiva para que los hechos cambiasen en Venezuela en aquellos días.

—Usted ha hecho énfasis en que este libro de entrevistas no es un interrogatorio. ¿Qué quiere decir exactamente?

—Muchas personas en Europa, en España especialmente, me han dicho: «Usted no ha sido muy crítico, no le hace las preguntas molestas». He contestado que aquí están casi todas las preguntas sobre aspectos que se pueden discutir y algunos controvertidos en esta larga experiencia de casi 50 años de la Revolución cubana. Lo que no están hechas con un tono agresivo, ni con un tono de interrogatorio. El interrogatorio es para la policía. Un periodista no interroga. Un periodista hace preguntas, y la responsabilidad de las respuestas la tiene el entrevistado.

«Quería que tuviésemos una conversación. Lo he dicho otras veces: él jamás me planteó ninguna condición. Él se dejó llevar por donde yo decidí conducir la entrevista. Y no se me ocurrió jamás el interrogatorio, porque yo sabía que cualquier pregunta, por delicada que fuera, él la iba a contestar, con argumentos serenos y de peso. Y fue lo que ocurrió.

«Cualquier persona que lea este libro sin una opinión decidida, a favor o en contra de la Revolución, encuentra en las respuestas de Fidel una argumentación. No se excluyen muchos aspectos de la experiencia cubana que pueden considerarse problemáticos, a los que él siempre da una respuesta, a mi juicio, honesta y documentada».

—Entre mis notas del día en que se presentó la primera edición del libro, en el Palacio de las Convenciones, aparece esta frase de Fidel: «No fue una entrevista complaciente, a pesar de que las sabandijas lo han acusado de ello». También lo acusaron de que la entrevista era falsa, las fotos eran trucadas y de otras cosas. ¿Por qué se produjo esta reacción?

—En Europa existe la tradición de que, antes de salir el libro a la venta, si este es considerado interesante, los periódicos le piden al editor un extracto, que se publica días antes de la aparición del texto en librerías. Un gran periódico español (El País) le pidió la autorización al editor. Se publicó un fragmento amplio del último capítulo, el XXVI, que se llama «Después de Fidel qué». El documento iba ilustrado con una fotografía de la entrevista, en la que estamos Fidel y yo, conversando. Allí él habla de lo que podría ocurrir el día en que deje de tener la responsabilidad que tiene en Cuba. Apenas salió este fragmento, inmediatamente empezaron las críticas hostiles.

«Lo primero que se dijo fue: “Es una falsa entrevista. Ramonet no ha podido entrevistar a Fidel Castro, porque él lleva semanas muerto”. Segundo: “Es falsa, porque una parte de las respuestas está sacada de discursos”. Y tercero: “La fotografía es un montaje; se ha pegado una fotografía de Ramonet sentado en una silla, con otra, de otro momento, donde está Fidel”».

«Sin salir aún el libro, ya había un debate. La prensa, particularmente la de Miami, comenzó a especular. Titularon: “Periodista publica falsa entrevista con Fidel Castro”, y ese tipo de cosas. Cuando salió el libro, se dieron cuenta de que era muy difícil inventarse una entrevista de 700 páginas. Hubiera sido un trabajo extremadamente complicado. Y por otra parte, yo siempre expliqué que Fidel me autorizó —en algunas preguntas donde su respuesta era “Eso ya lo he contestado en tal artículo o tal discurso”— a reproducir esas ideas, de lo cual estuvo al tanto y en principio revisó.

«Las fotografías eran tan evidentemente reales, que se podían contrastar con una serie de documentales para la televisión, con siete horas de filmación, que se difundieron en muchos canales en Europa antes de la salida del libro. «En España se vendió el libro en grandes almacenes y librerías, acompañado de un DVD, con una hora de la entrevista. Se ve a Fidel dando las respuestas que estaban en el periódico. No hay trucos.

«Todos estos ataques, que no me sorprendieron, porque siempre que se habla de Cuba hay polémica, acabaron por derrumbarse. El libro ha circulado con mucho éxito».

—Pero no solo hubo ataques verbales, sino también represalias. En esos días usted fue expulsado de La voz de Galicia, junto a Ramón Chao y el director de ese diario.

—Exacto. La simple publicación de la entrevista con Fidel me valió que me cerraran el contrato en ese periódico, donde yo publicaba una crónica semanal. A pesar de que era muy conocido que estaba trabajando en ese libro, pues me pasé más de tres años sobre ese proyecto. Junto conmigo, salió del diario mi amigo Ramón Chao, que tenía una posición solidaria. Fue una represalia, claro.

—Maravillas de la libertad de prensa...

—Se da continuamente esta situación. Acusan a Cuba de tal o cual abuso, pero en realidad el abuso yo lo he padecido, porque he sido víctima de censura, en particular en España, simplemente por hacer mi trabajo de periodista. Este es el libro de un periodista. ¿Es necesario este libro? Sí, es necesario. De Fidel Castro y de Cuba se habla mucho, todo el tiempo, pero nunca se les da la palabra.

«En encuentros con lectores en España he conversado con gente que no necesariamente tiene una postura favorable a la Revolución cubana, y me ha dicho: “Por fin hemos podido ver los argumentos de Fidel Castro, y son sólidos”.

«Fidel Castro es una de las personas más censuradas en los medios de comunicación: se habla de él, pero no se le da la palabra. Eso no es correcto. Me parece que lo normal es que un periodista le dé la palabra a quien no la tiene. Si a esa persona además se le critica o se le hacen reproches, lo lógico es que pueda explicarse».

—Fidel ha estado trabajando duramente en el libro, antes y después de la operación. ¿Ha seguido usted al tanto de la reescritura?

—Constantemente nos hemos estado comunicando, a través de los asistentes de Fidel. Desde el día de la presentación en que él se comprometió a revisar el libro completamente, porque no lo había podido hacer a fondo, como quería, él se dedicó a esa tarea con mucha energía, con mucho entusiasmo, y yo, por supuesto, estaba al tanto. Teníamos proyectado presentar el libro en ocasión de su cumpleaños, y yo iba a venir antes para trabajar juntos en el avance de esa corrección, de esa reescritura.

«Espero que el esfuerzo que él hizo para escribir el libro no haya sido en parte la causa de su fatiga, de su enfermedad. Lo espero, porque me sentiría culpable. Conozco, también, porque él lo ha dicho, que apenas empezó a recuperarse consagró mucha energía al libro. A pesar de que su estado era de cuidado, como el de cualquiera después de una operación como la que él padeció. Él quería terminar a toda costa este libro para que estuviese listo para la Cumbre de los No Alineados».

—Fue su regalo especial para los Jefes de Estado...

—Ese esfuerzo es admirable. Testimonia el carácter de la persona. A pesar de que estaba disminuido físicamente, por la operación claro, su energía la consagró a trabajar, de manera muy seria. Cada uno podrá comparar la primera edición con la segunda, y verá las miles de modificaciones que hizo. Cumplió lo prometido, y el libro salió a tiempo.

—¿Cuándo y cómo se enteró de que su entrevistado había sido sometido a una operación muy delicada y su vida corría peligro?

—Fíjese, yo estaba en aquel momento bastante aislado. Hacía senderismo en Los Alpes, con mi esposa y mis hijos. Había cortado el ordenador, el televisor y el teléfono —bueno, el teléfono no, ya uno no vive sin él. Pero estaba en una zona tan alta y tan aislada, que el teléfono celular no tenía cobertura. Iba por un senderito y de pronto milagrosamente mi teléfono sonó. Era Radio Caracol, de Bogotá, Colombia. Y me dicen: «La televisión cubana ha informado que Fidel Castro ha sido sometido a una operación. ¿Qué comentario le merece a usted esto?». Así me enteré. Salí inmediatamente a buscar la televisión, y vi a nuestro amigo Carlitos Valenciaga —la televisión francesa y todas las televisoras del mundo transmitieron la proclama que él leyó—. Tuve una gran preocupación, como mucha gente en todo el mundo.

—Yo estaba en España ese 31 de julio. La prensa allá reaccionó primero con morbo y después con estupor: no entendían por qué había tanta serenidad y tranquilidad en Cuba. Junto a todo eso sobrevino una avalancha de opiniones de los «transiciólogos». ¿A usted le sorprendió la reacción del pueblo cubano?

—Desde luego que no me sorprendió. La mejor prueba es que yo abordo el tema en la introducción del libro, algo que también me ha sido reprochado con frecuencia. Si recuerdas, digo que mucha gente especula sobre lo que ocurrirá en Cuba el día en que Fidel, por cualquier razón natural, ya no esté. Sobre todo, porque comparan a Cuba con lo que pasó en los países del Este, cuando se hundió la Unión Soviética. Y añado en la introducción: se equivocan. En Cuba no pasará nada de esto, porque sencillamente Cuba no es un país del Este, donde la Revolución fue traída por soldados de la Unión Soviética. En Europa no surgió del interior de esas sociedades, aunque hubiese personas que deseaban esa Revolución. Mientras que en Cuba la Revolución fue un fenómeno endógeno, surgido aquí, ligado a su historia.

«Por otra parte, por mucho que la gente especule sobre el descontento que pudiera haber, la mayoría de la población se adhiere a este sistema. Cuando aquí se produce este accidente de salud, cuando de manera institucional hay una transmisión provisional de responsabilidades, lo que está pasando era lo que podíamos predecir que iba a pasar. A mí no me sorprendió, como no le sorprendió a usted, y a muchísima gente. Era lo más natural.

«Especular lo contrario proviene de la gente que se engaña con sus propias mentiras. Que acaba por creer sus propias mentiras y pierde la capacidad del análisis objetivo para ver una realidad. Este es un país donde, en 47 años, no ha habido insurrecciones populares, como las ocurridas en los países del Este. Esto tiene alguna significación, y no se puede explicar con el argumento de la represión. A pesar de la represión, se sublevó la gente en Polonia, en la República Democrática Alemana, en Rumania y en Checoslovaquia. En Cuba, la reacción de la gente no tiene que ver con la represión.

«Los “transiciólogos” deberían haber leído el libro. Fidel en un momento dado me pregunta: “¿Usted me está hablando de la transición?”. Y yo le respondo: “Sí, sí, de la transición. Hábleme de ella”. Y lo aborda de la manera más natural. “En este país hemos tenido que hablar de eso desde el principio”, dice. “Porque ha habido 600 tentativas de atentado contra mí. Hemos tenido que pensar desde el principio qué pasaría, si yo no estuviera aquí”. La manera en que se va a dar esa transición está más que institucionalizada. Por tanto, la sorpresa solo fue para la gente que no quería ver la realidad».

—¿Es verdad que usted fue miembro de una célula «castrista» en Tánger?

—Tanto como célula no, porque el grupo lo creé yo. Cuando yo era niño, tendría 12 o 13 años, en 1956, frecuentaba una peluquería en Tánger. El peluquero era un señor que había estado mucho tiempo en Cuba, español pero apegado a la Isla. La revista que él ponía para entretener la espera de los clientes, era Bohemia. Curiosamente yo empecé a leer en la Bohemia, en sus páginas color salmón, las crónicas rojas con testimonios de las represalias de la dictadura. Una cosa llevó a la otra: descubrí la personalidad de Fidel Castro, las acciones del Movimiento 26 de Julio. La prensa no hablaba de esto aún. Cuba ni se conocía. Estaba demasiado lejos de las preocupaciones internacionales. Pero yo creé en el Instituto un pequeño grupo de simpatizantes castristas y del Movimiento 26 de Julio. Habíamos seguido el rapto de Fangio, del que se habló un poco. Seguimos los progresos hasta el triunfo de la Revolución, que sí fue un suceso que recogió la prensa internacional.

—¿Por qué ha dicho que muy tempranamente fue simpatizante de esta Revolución y no de otra?

—Yo vivía en Tánger, Marruecos, y lo que me preocupaba, siendo todavía niño —como a muchas personas de mi generación— era la descolonización. Nací en 1943. No pertenezco a la generación cuya verdadera batalla ha sido el fascismo-antifascismo. Esa fue la generación de mis padres: mi padre hizo la guerra de España; mi madre era militante sindical.

«Pertenezco a una generación cuya batalla central, durante su adolescencia y los primeros años de la edad adulta, es colonialismo-anticolonialismo. En particular, la liberación de los países colonizados. En primer lugar, de Marruecos, que se independizó en 1956, después de una lucha interna. Y también de Argelia, país vecino donde yo había vivido, que comenzó su lucha por la descolonización en 1954. Cuando apareció Cuba en mi vida, estábamos en plena guerra de Argelia. Y en la clase donde yo estaba estudiando, algunos compañeros míos eran argelinos refugiados en Tánger por la represión en su país.

«En ese contexto, lo que ocurría en Cuba lo valorábamos como la lucha por la liberación de un tipo de colonialismo, que se traducía en el imperialismo o el neocolonialismo del régimen que tenían ustedes aquí. Por eso la Revolución cubana nos parecía algo muy original —no era del tipo soviético y tampoco se parecía a la china. Era y es muy singular, y surge a partir de una tradición histórica, aunque hay influencias marxista-leninistas. Estaba la ascendencia martiana, que en aquel momento yo no podía identificar, que le da un carácter de entroncamiento con el movimiento de liberación latinoamericano, cosa que está muy bien explicada por Fidel en el libro, en el primer capítulo. Dice que la Revolución cubana tiene mucho que ver con la liberación de América Latina y las guerras de independencia, y que se inscribe en ese tipo de trayectoria. Y no en otra».

—«Hoy Ramonet me conoce más a mí que yo mismo». Lo dijo Fidel. ¿Es verdad eso?

—No, en lo absoluto. Lo dice porque es muy generoso. Solo he podido compartir con él unos días de su larga vida, en esa conversación. He tratado de dar mi visión de él, de su vida cotidiana profesional, e intenté traducir eso de manera honesta y objetiva. Él es así, como se describe en el libro. No es un ser doble: no es de una manera en un momento, y otras veces de otra. Creo que si uno lo ve regularmente durante una semana o durante diez días seguidos, se da perfecta cuenta de que él es así, sin comportamientos ocultos, o diferentes, o contrarios. Por supuesto que hay muchísima gente que lo conoce más que yo, porque lo han frecuentado durante años a lo largo de su vida.

«El interés que despierta el libro se debe a que, a lo largo de esta conversación, él cuenta su vida. Una vida vista desde el interior. El libro tiene un argumento casi de novela policiaca, que es: ¿cómo este niño de Birán se transforma en Fidel Castro? ¿Cómo un niño nacido en un pueblo que ni siquiera es un pueblo, en un contexto rural y poco desarrollado —sin electricidad, sin casi nada—, en una familia relativamente conservadora, educado en escuelas religiosas católicas conservadoras; cómo ese niño, repito, se transforma en uno de los principales revolucionarios del siglo XX? Este es el misterio y el hilo conductor de la conversación».

—En la presentación de su libro en España, donde se titula Fidel Castro. Biografía a dos voces una escritora a la que admiro muchísimo, Belén Gopegui, aseguraba que «en los días más oscuros, como en los días más claros, la historia que se cuenta en este libro va a permanecer». Los cubanos sabemos muy bien que esta historia, efectivamente, perdurará. ¿Y el libro? ¿Qué perdurará de esta edición que pronto tendrán en sus manos los cubanos?

—A mí me gustaría que quedase de este libro la posibilidad que tiene el lector de acercarse, de manera muy íntima y muy personal, a alguien como Fidel Castro. Alguien que siendo una persona muy pública, es también muy reservado. Un hombre tímido, al que no le gusta hablar de sí. El lector y la lectora van a seguir una conversación en la que él habla de él, aunque se esté refiriendo a la política internacional, a la gran política, y a la Revolución. Cuando se refiere a hechos aparentemente ajenos, uno siente que está hablando en definitiva de él mismo, de su visión de procesos esenciales en los que ha estado involucrado.

«Lo trascendente del libro es este acompañamiento, esta cercanía a una de las personalidades que más ha marcado la segunda mitad del siglo XX y el principio del XXI. Una persona que no es nada arrogante, que por momentos trata de reducir su propio papel, sin que esto lo disminuya —todo lo contrario—. Alguien que reconoce que ha tenido tal o cual duda. Honestamente, creo que la personalidad y la verdadera humanidad de Fidel Castro están en este libro».


Ignacio Ramonet

Nació en Redondela, Pontevedra (Galicia), el 5 de mayo de 1943. Es doctor en Semiología e Historia de la Cultura y catedrático de Teoría de la comunicación. Especialista en geopolítica y estrategia internacional, y consultante de la ONU. Actualmente imparte clases en La Sorbona de París. Desde 1999 dirige Le Monde Diplomatique y Manière de voir. Es también cofundador de ATTAC y Media Watch Global, y uno de los principales promotores del Foro Social Mundial. Ha publicado, entre otros libros, La golosina visual (1985), Cómo nos venden la moto (con Noam Chomsky, 1995), El pensamiento único (con Fabio Giovannini y Giovanna Ricoveri, 1996), Un mundo sin rumbo (1997), Rebeldes, dioses y excluidos (con Mariano Aguirre, 1998), Propagandas silenciosas (2002), Iraq, historia de un desastre (2004), ¿Qué es la globalización? (con Jean Ziegler, Joseph Stiglitz, Ha-Joon Chang, René Passet y Serge Halimi, 2004) y Cien horas con Fidel/Fidel Castro, Biografía a dos voces (2006).


TRASCENDENCIA ARTÍSTICA DE ESPEJO DE PACIENCIA


Grettel Reinoso Valdés

El canario Balboa, aquel escribano de la Villa del Puerto Príncipe, seguramente no consiguió imaginar que su Espejo de Paciencia se convertiría en la primera obra literaria de las letras cubanas; ni siquiera comprendía lo que significaba ser cubano.
Con cierta herencia italiana versificó en octavas reales un suceso ocurrido en Bayamo, que resultó ser argumento para un poema épico a la usanza de las letras clásicas.

Ya por el año 1608, Balboa, junto a los siete sonetistas que loan su obra, demuestra que desde entonces estaban presentes en la Isla las inquietudes literarias. Si bien no es
acertado pedirle peras al olmo e intentar atribuirle al Espejo… méritos que no le competen, no ha de pecarse de ingenuo o insensible y no alcanzar a ver sus valores más significativos.

No por gusto se considera Espejo de Paciencia como un poema épico que inauguró la creación en Cuba en el campo de las letras. ¿No existen escritos anteriores? Escasos, pero existen. Sin embargo, el Espejo… -a pesar de las pocas luces que un escribano con pocas luces de poeta en un siglo de pocas luces para este terruño colonizado- muestra una intención artística que logra reflejar, sin proponérselo, importantes conflictos de la época y elementos de un entorno que, aún sin voz propia, presenta indudables rasgos que lo diferencian de la Madre Patria.

El comercio de rescate y contrabando, junto al ataque de corsarios y piratas, fueron parte de la vida diaria de la colonia en ese período, a tal punto que integraron las actividades económicas principales de muchas villas, como Bayamo, que en alternativa a la exclusividad del puerto habanero, vivía de “rescatar y contrabandear”. Este fenómeno es la base del argumento de la obra y su razón de ser. Puede verse en el siguiente ejemplo cómo Balboa, aunque está haciendo referencia a una práctica ilegal, parece referirse a un suceso cotidiano:

Tiene el tercer Filipo, Rey de España,
La ínsula de Cuba, o Fernandina,
En estas Indias que el Oceano baña,
Rica de perlas y de plata fina:
Aquí del Anglia, Flandes y Bretaña
A tomar vienen puerto en su marina
Muchos navíos a trocar por cueros
Sedas y paños, y a llevar dineros.

La fidelidad al trono lejano es otro punto que refleja la época vivida. La lucha de los héroes de esta historia va dirigida a los grandes enemigos de la corona: los corsarios franceses. El nombre de España también hace su presencia en una frase de hidalguía:

En esto, cual leones tras de gamos,
salen los nuestros ya de la montaña,
Y en delantera el buen Gregorio Ramos,
Diciendo ¡Santiago, cierra España!

Otro rasgo histórico se aprecia en el tratamiento imparcial hacia el enemigo. Los conceptos de heroísmo y valentía se imponían ante la naturaleza de las acciones, por lo que Gilberto Girón en su arriesgada hazaña del rapto del obispo, recibe más que repudio del autor de estos versos, que en diversas ocasiones lo premia con calificativos tales como “valeroso” o “capitán sabio y experto”. Véase cuánta dignidad y arrojo hay en las palabras del francés a su tropa de secuestradores:

Caros amigos, dulces compañeros,
De lo mejor de Francia procedidos,
Acordaos que Reinaldos y Oliveros
Primero fueron muertos que vencidos.
Mostrad como valientes caballeros
El gran valor que os hace conocidos,
Haciendo en esta gente cruel matanza,
Que con la vida al fin todo se alcanza.

El sentimiento religioso como esencial patrón de conducta también es parte de esa época que muestra Espejo de Paciencia. Aunque en la realidad puedan existir otras razones, este poema alcanza su máxima expresión épica en ese gran combate de venganza o más bien intento justiciero que metafóricamente pudiera compararse a una cruzada cristiana en pos de enmendar el ultraje hacia semejante autoridad eclesiástica.

Pero más que una época, -que aquende al Atlántico distaba de tener voz propia- Balboa ingenua y espontáneamente, se hace parte de su expresión en el contexto de la Isla, al reflejar componentes de su naturaleza y sociedad. De esta forma, aunque sin el menor rastro de intención local y ni siquiera diferenciadora, aparecen en los versos elementos de la flora de Cuba:

De los prados que cercan las aldeas
Vienen cargadas de mehí y tabaco,
Mameyes, piñas, tunas y aguacates,
Plátanos, y mamones y tomates.

La composición étnica de la sociedad tampoco escapa a Espejo de Paciencia. Aparece el término “criollo” (usado para blancos y negros) que aunque distaba de tener un significado auténtico, resulta un elemento categorizador y antecedente de un futuro estandarte de la nacionalidad cubana. También son parte de esta gesta, unidos a los blancos por una sola causa, los indios y los negros, catalogados individualmente como “valiosos” y “gallardos”. Pudiera decirse que esto es un atrevimiento de Balboa, quien ni remotamente buscaba coquetear con alguna tendencia de la época, ya que semejante mirada hacia el último eslabón social no constituía ninguna gracia para los literatos, ni para sus respetados lectores. En los siguientes versos Balboa premia la hazaña del negro Salvador:
Y tú, claro Bayamo peregrino,
Ostenta ese blasón que te engrandece;
Y a este etïope, de memoria digno,
Dale la libertad pues la merece.
De las arenas de tu río divino
El pálido metal que te enriquece
Saca, y ahorra antes que el vulgo hable
A Salvador el negro memorable.

Una característica interesante de Espejo de Paciencia es el tono coloquial que predomina en la obra. Silvestre de Balboa encarna como narrador a un vecino cualquiera que se expresa en un tono sentencioso derivado de la sabiduría popular con un sentido moralista de aplicación práctica en la vida cotidiana. He aquí tres ejemplos, que encuentran su rima en los dos últimos versos de las octavas:

Que no teme presente ni futuro
El que con su quietud vive seguro .

Que el hombre noble y de alta cortesía ,
aún de quien no conoce se confía.

Que esto del dar allana inconvenientes,
Y ablanda a todo género de gentes.

Pero es en ese momento en que personajes genuinos de la mitología occidental aparecen a recibir al obispo Altamirano con atuendos y obsequios adaptados al entorno de los campos de Cuba, cuando la obra alcanza su máximo vuelo:

Bajaron de los árboles en naguas
Las bellas hamadríades hermosas,
Con frutas de siguapas y macaguas
Y muchas pitajayas olorosas;
De virijí cargadas y de jaguas
Salieron de los bosques cuatro diosas,
Dríades de valor y fundamento,
Que dieron al pastor grande contento.

Esta aparición de figuras mitológicas, legadas a la cultura universal por parte de la civilización griega, aporta a la obra cierta carga de intertextualidad, aunque mecánica y dada a partir de la simple yuxtaposición de elementos genuinamente universales con otros del mismo modo locales. No parece tener el autor mayores justificaciones para estos préstamos que las que se muestran, podría decirse que como un intento de “culturizar” su obra, en los primerísimos versos del Espejo…:

Canten los unos el terror y espanto
Que causó en Troya el Paladión preñado:
Celebren otros la prisión y el llanto
De Angélica y el Orco enamorado:
Que yo en mis versos sólo escribo y canto
La prisión de un obispo consagrado,
Tan justo, tan benévolo y tan quisto,
Que debe ser el sucesor de Cristo.

Este antojo de Balboa tampoco fue bien acogido por la crítica pero la brecha del tiempo nos permite apreciarlo de buena gana y encontrar desde entonces otro antecedente de las tradiciones cubanas, que no solo llevan en sí la mezcla sui géneris o la fácil asimilación de hechos insólitos, sino que son propensas a romper esquemas supuestamente sagrados para adaptarlos a su propio contexto de forma desenfadada y hasta graciosa.